25N: No son solo números, son vidas
El 25 de noviembre, como cada año, la fecha nos exige reflexionar y actuar frente a la violencia contra la mujer. Las cifras, actualizadas a día de hoy, nos estremecen: 1.287 muertes desde 2003, 42 en lo que va de año. Detrás de cada número hay una historia truncada, una familia destrozada. No podemos permitir que estas cifras sigan creciendo.
La violencia de género no se limita a la agresión física. El control, la humillación, la coacción, las amenazas… son formas de violencia que a menudo permanecen ocultas, pero que dejan profundas heridas en las víctimas.
La violencia contra las mujeres no surge de la nada. Es el fruto amargo de valores que aún persisten en nuestra sociedad. La cultura, la educación, la religión, las leyes, e incluso el lenguaje, han contribuido a crear una imagen distorsionada de la mujer, relegándola a una posición de supuesta “inferioridad”. Hasta hace no mucho, en España, las mujeres no podían decidir sobre su propio futuro. Necesitaban el permiso de su padre o marido para estudiar, casarse o trabajar. Esta falta de autonomía, esta dependencia forzada, es el caldo de cultivo donde germina la violencia.
La violencia de género se convierte así en una herramienta de control, justificada por una tradición que nos ha enseñado que “el hombre es la cabeza de la familia”. Pero esta dinámica de poder no se limita al ámbito familiar. Se extiende como una telaraña, afectando todos los aspectos de la vida de las mujeres: su acceso al trabajo, su participación en la sociedad, su libertad sexual…
Un problema estructural que nos exige actuar
Es crucial comprender que la violencia contra las mujeres no es un problema aislado, sino que está profundamente arraigado en las estructuras de nuestra sociedad. No se trata de individuos “malos”, sino de una cultura que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres. Desde pequeños, nos enseñan que existen roles y atributos diferentes para cada sexo. A los niños se les inculca la idea de que son superiores y que tienen derecho a dominar, mientras que a las niñas se les enseña a ser sumisas y obedientes. Esta dinámica de poder se traduce en violencia.
Es importante desmontar la idea de que la violencia de género se debe al alcohol o las drogas. Si bien estas sustancias pueden actuar como detonantes, no son la causa principal. La raíz del problema es mucho más profunda. Del mismo modo, es erróneo pensar que existe un “perfil” de mujer víctima de violencia de género. Mujeres de todas las edades, nacionalidades, niveles educativos y socioeconómicos sufren violencia. Las únicas características comunes entre ellas son las secuelas del maltrato: la baja autoestima, la culpa, el aislamiento, la depresión…
San Pedro Alcántara: un compromiso con la igualdad
Desde San Pedro Alcántara, nos unimos a la lucha contra esta lacra social. No podemos mirar hacia otro lado. Es necesario que cada uno de nosotros, desde nuestro lugar, nos involucremos en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
En nuestro pueblo se llevan a cabo diversas iniciativas para prevenir y combatir la violencia de género: talleres en centros educativos, campañas de sensibilización, puntos de atención a víctimas… Es fundamental que sigamos apoyando y fortaleciendo estas acciones.
Es hora de romper esas cadenas. De construir una sociedad donde hombres y mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades. Donde la violencia no tenga cabida. Para lograrlo, necesitamos cuestionar los roles de género tradicionales, educar en igualdad desde la infancia, promover la autonomía de las mujeres y crear una cultura de tolerancia cero hacia la violencia.
La lucha contra la violencia de género es una tarea que nos compete a todos. Solo trabajando juntos podremos construir un futuro más justo e igualitario.
Recuerda: Si sufres violencia o conoces a alguien que la está pasando, pide ayuda. No estás sola. Existen recursos y personas dispuestas a ayudarte (pincha aquí para más información).