MANUEL FERNÁNDEZ VALDIVIA. Otra Navidad en la calle
Desde Lagasca
Una experiencia cercana al medio siglo me dice que seguiré predicando en el desierto. Cuando el conjunto de una población no reacciona ante un grave problema social, política y religión deberían ser baluartes del más desprotegido. En este caso, al igual que en innumerables ocasiones, me refiero a las personas sin hogar que, aunque no queramos verlos, existen en nuestro entorno más cercano.
Porque, señoras y señores, en el municipio de Marbella más de 50 seres continúan viviendo en las calles desde hace años, sin que el Ayuntamiento ni entidades religiosas, hagan nada al respecto.
Llevarles bolsas con alimentos y unas mantas no soluciona el problema y cronifica la situación de estos hombres, mujeres y, en ocasiones, niños, víctimas del extremo calor del verano, junto a las bajas temperaturas y la lluvia que deben soportar durante el invierno.
Marbella, población que se jacta de tener la casa más cara de España, valorada en 55 millones de euros; la segunda zona residencial más lujosa del país tras Mallorca; y la segunda ciudad en venta de productos de lujo siguiendo a Barcelona; permite que nuestros semejantes padezcan, no solo inclemencias del tiempo, también humillaciones, desprecios, agresiones, enfermedades, olvido e incluso la muerte.
La “solución” que durante dos años, nos han vendido los políticos, es el convenio introducido por Izquierda Unida entre Ayuntamiento de Marbella y Cruz Roja Española, por importe de 300.000 euros, de los que hasta hoy no se han dado justificación pública alguna. Como premio a que los “sin techo” continúen sin techo, el PP de Ángeles Muñoz, ha incrementado esta partida en casi 80.000 euros. Cruz Roja dispone de psicólogo, trabajador social, monitores y personal para los fines de semana pero, repito, estas personas siguen viviendo y pasando frío en las calles de Marbella, Nueva Andalucía y San Pedro Alcántara.
De verdad, no puedo imaginar qué tipo de mente debe tener un político que, al redactar el presupuesto anual, prefiere gastar millones de euros en iluminación navideña, publicidad, viajes, comilonas, fiestas y otros dispendios completamente superfluos, frente al sufrimiento de otra vida igual y tan importante como la nuestra.
De verdad que no puedo imaginar qué entendimiento debe regir la vida de un sacerdote, un imán, rabino o padre de cualquier religión que no abre las puertas de su templo para socorrer a seres humanos que luchan a diario contra las inclemencias del tiempo, el hambre y el desprecio más absoluto.
Una Navidad más, el Ayuntamiento seguirá gastando cantidades ingentes para que los problemas continúen y las diferentes religiones evitarán predicar con el ejemplo.