Opinión

PEDRÍN. Gustos

¡Ostras Pedrín!

Pedrín. Gustos.pngVaya por delante que para gustos están los colores, que sobre gustos no hay nada escrito, que en la variedad está el gusto y que nunca llueve a gusto de todos. Vaya eso por delante y vaya tela la que ha vuelto a liar el teniente de alcalde y su prole de asesores de confianza de este nuestro maravilloso pueblo de San Pedro Alcántara.

Como si de un ser superior se tratara, el señor Piña ha vuelto a decidir por los más de cuarenta mil sampedreños que existimos y ha decidido, una vez más, que lo que él diga va a misa, y, si no, a unas malas, a la plaza de la Iglesia, que queda cerca.

Y es que de otra manera no se explica que hayan aparecido, de la noche a la mañana, esas pérgolas tan discretitas en mitad de la plaza de la Iglesia, con ese toque tan sobrio y tan sencillo, adaptándose a la perfección a la imagen de pueblo andaluz y reflejando con sutileza el pasado agrícola de la antigua colonia de nuestro difunto marqués. Un mobiliario urbano de una delicadeza que iguala la simplicidad y belleza de la recientemente inaugurada plaza del cuatro de diciembre, con sus ladrillos vistos antiguos y sus jardines mediterráneos, y que se pone a la par de los remodelados jardines del bulevar de Fuentenueva, con la naturalidad de su césped artificial y la belleza de sus mosaicos de piedra cubriendo las raíces de los árboles, sin despreciar, por supuesto, el típico ensolado de barro y adoquines que se está instalando en la calle Pizarro, creando todo ello, junto al ajardinado y precioso mirador al final de la calle de en medio, que ya quisiera el Sacromonte y San Nicolás, una imagen en conjunto de pueblo blanco costasoleño tan típico de nuestras tierras, pero con un sutil toque de modernidad.

Falta también, y a buen seguro que vendrá envuelto en el mismo estilo preciosista y típico andaluz, el espacio a don Vicente de Espona que se instalará en la glorieta central del bulevar, pese a la insignificante negativa de su viuda, porque ella no sabe bien lo que conviene tanto a su difunto esposo como a la obra de arte legada a nuestro maravilloso pueblo. Seguro que será un espacio acorde a la arbolada típica de las alamedas andaluzas con la que se ha dotado a la calle Marqués del Duero, aprovechando el clamor popular que ha habido para que esta preciosa calle sea única y exclusivamente para los peatones, habiendo escuchado a todos los comerciantes y a todos los vecinos que tan bien han soportado unas obras que se han hecho en un tiempo récord y durante los periodos de menos afluencia turística.

Y para que nuestros destinos estén en buenas manos y sean lo más adecuado para nuestras personas, el Sr. Piña ha anunciado que, pese a que él no quería, con gran sacrificio de su parte volverá a presentarse a las siguientes elecciones, dejando su vida y su felicidad de lado, adelantándose al presidente de su partido político, para poder organizar un pueblo que estaba hundido por debajo de las cloacas y que ha resurgido gracias a su buen hacer y a su exquisito gusto por las cosas y la estética, un pueblo que atraerá a los turistas desde Estados Unidos a China, porque gracias a su organización y planteamiento, hace las mejoras en las épocas que a nadie molesta.

Le falta anunciar que, tanto él como su equipo de confianza, sabida cuenta de su espíritu socialista y de trabajo por el pueblo, donarán parte de sus justos salarios a una fundación que creará su tan trabajadora directora de cultura y patrimonio para conservar, más aún, pues ellos ya lo están haciendo muy bien, los vestigios de cultura antigua que quedan diseminados por nuestro territorio municipal, es decir, desde río Verde hasta Cerro Colorado, sin incluir este último, que ya se sabe que de siempre ha sido un terreno perteneciente a Benahavís.

Vaya tela.

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