RAMÓN DORIA BAJO. Camus, La Peste y la eterna pandemia
El Comentario
El Nobel de 1957, Albert Camus (1913/1960), autor de La Peste en 1947 (Su obra más famosa, referida a la enfermedad), un año más tarde estrenó la obra de teatro Estado de sitio (ubicada en Cádiz) en la que el personaje llamado «La Peste» representa el poder absoluto, el sistema imperante, y, por ello, también la enfermedad. Su «Secretaria» (La muerte) le ayuda en la toma y aislamiento de la ciudad para obtener así el sometimiento de los gaditanos al nuevo orden basado en el miedo y la ignorancia. Una sola voz, la de «Diego», un hombre que supera su miedo, se alza contra dicho estado cosas. «Nada» asiste a la acción. En ella resume admirablemente las pandemias seculares que agotan y esquilman al pueblo llano en beneficio de los sucesivos tiranos. Para incitarles a leerla les entresaco a continuación unos pocos fragmentos que comento entre corchetes o subrayo.
Gobernador: No, decididamente nada ha cambiado, y eso es bueno.
Un hombre del pueblo: No, gobernador, nada ha cambiado en verdad, y nosotros los pobres podemos asegurártelo. Los fines de mes son bien apretados.
Coro/pueblo: ¡Sensatos! Seremos siempre sensatos, pues nada cambiará nunca. ¡Estaremos orgullosos de la felicidad de los demás!
El primer alcalde: La peste se ensaña sobre todo con los barrios exteriores, pobres y superpoblados. Dentro de nuestra desgracia, esto por lo menos es satisfactorio.
La Peste [Capitalismo]: Yo reino, es un hecho; por tanto es un derecho. Pero es un derecho que no se discute, debéis adaptaros. … comienzo por separar… por fin vais a servir para algo,… moriréis, desde luego, pero seréis icinerados inmediatamente, o incluso antes [procuran que nos muramos en cuanto dejamos de producir]: es más limpio y forma parte del plan. ¡España ante todo!… el ejecutado debe colaborar él mismo en su ejecución, lo cual constituye el objetivo y la consolidación de todo buen gobierno [El hombre medio vota conservador; se encadena de por vida a su hipoteca y se empapuza de alimentos hormonados -que casi son los únicos que venden- para fallecer así a los 65/70 años.] ¡Amordazadles y enseñadles las palabras clave, hasta que ellos también repitan siempre lo mismo, hasta que se conviertan en los buenos ciudadanos que necesitamos! [Con el gasto en anuncios, los poderosos controlan los atosigantes medios de comunicación de forma que casi nadie pueda expresar su disgusto o sus propuestas de cambio.]
Coro: ¡Éramos pueblo y nos hemos convertido en masa! ¡Antes intercambiábamos el pan y la leche [Éramos libres] ahora nos abastecen! [De pienso hormonado] ¡Ahora pataleamos y decimos que nadie puede hacer nada por nadie y que hay que esperar en nuestro sitio, en la fila que nos ha sido asignada!
Nada: Preferid vivir de rodillas a morir de pie.
El pescador: Mi vida es mía. Es algo privado que no le importa a nadie.
Secretaria: ¿Privado? Estas palabras no tienen sentido para nosotros. Se trata de su vida pública. La única que, por otra parte, le está autorizada. [Hoy con los móviles, mañana con la vacuna. Nos controlan hasta el mínimo detalle]
Primer alcalde: Se trata de saber si Vd. es de los que respetan el orden existente por la única razón de que existe.
El pescador: Si, cuando es justo y razonable. [No, cuando no es justo ni razonable]
El juez: No sirvo a la ley por lo que ella dice, sino porque es la ley. [Servidumbre a ciegas, servidumbre de sicario]
Diego: Pero ¿y si la ley es el crimen?
El juez: Si el crimen se convierte en ley, deja de ser crimen. [Entrevemos que en el trono puede haber corrupción y que el Presidente González era un matón… ergo la corrupción y la fuerza se convierten en ley, así que todo el mundo se ha lanzado al robo pues es la nueva ley]
Diego: ¡Sí! He comprendido bien su sistema. Les dan el dolor del hambre y de las separaciones para distraerles de su rebelión. Los agotan, devoran su tiempo y sus fuerzas para que no tenga ni la ocasión ni el impulso del furor [Ídem Aristóteles en su Política]. Ellos están solos a pesar de ser masa. Cada uno de nosotros está solo a causa de la cobardía de los otros.
Secretaria: Hay un fallo [en su sistema] ha bastado que un hombre supere su miedo y se rebele para que su máquina comience a chirriar y atrancarse.
Coro: Aunque tenemos tan poca cosa, tenemos miedo de perderlo todo con la vida.
Diego: ¡Perderéis la oliva, el pan y la vida si dejáis que las cosas sigan como están! Hoy es preciso vencer el miedo si queréis conservar solamente el pan. ¡Despierta España!
Secretaria: Ya no es cosa del pueblo hacer la revolución.
La Peste a Diego: Escucha. Si tú me ofreces tu vida a cambio de la de ella [Su prometida], yo estoy obligado a aceptar, y esta mujer vivirá. Pero yo te propongo otro trato. Te doy la vida de esta mujer y os dejo huir a los dos, siempre que me dejéis arreglármelas con esta ciudad. Si tú te me escapas, se me escapa la ciudad. [El eterno cambalache traicionero y falaz]
Diego a La Peste: Es duro morir. Pero es duro para todos. Yo sé que quienes me acompañan no son puros. Yo tampoco. Y además he nacido entre ellos. Vivo para mi ciudad y para mi tiempo. Es el tiempo de los hombres libres, así estén en tus presidios o en tus depósitos de cadáveres. Los esclavos están en los tronos. [Reyes, Presidentes, Parlamentarios… están a sueldo del poderoso caballero Don Dinero]
La Peste al pueblo, una vez que ha infectado a Diego y éste agoniza: Un muerto, si queréis mi opinión, es refrescante, pero carece de rendimiento. En suma no vale lo que un esclavo. El ideal es obtener una mayoría de esclavos con la ayuda de una minoría de muertos bien escogidos [Olof Palme, Kennedy, Petra Kelly, John Lennon, Arafat, Chaves, Assange…]. Hoy la técnica está a punto. Por eso después de haber matado o envilecido a la cantidad de hombres que eran precisos, pondremos a pueblos enteros de rodillas. Y vosotros os cansaréis de ver a la estupidez triunfar sin combate. La crueldad rebela, pero la tontería descorazona. ¡Honor a los estúpidos, porque ellos preparan mis caminos! ¡Son mi fuerza y mi esperanza!
Coro: No hay justicia [Ni sanidad, ni educación, ni…], pero hay límites. Y los que pretenden no reglamentar nada, como esos otros que trataban de dar una regla para todo, rebasan por igual los límites.