RAMÓN DORIA BAJO. De cómo el segundo poder es dominado por el primero
El Comentario
El boca-oído ha existido desde que el humano aprendió a hablar –y con ello a mentir– y enseguida apareció lo que se llamó «opinión», contra la cual, según Ortega y Gasset, no se puede gobernar. Apareció luego la escritura y aunque sabios de la talla de Séneca dijeran “Es una postura deshonesta decir una cosa y sentir otra; ¡cuánto más deshonesta la de escribir una cosa y sentir otra!”, la realidad nos ha demostrado que muchos de los cronistas (ahora llamados periodistas) manipulaban las historias para así favorecer «sus» intereses o los de sus mentores. Pues siempre, nuevos hallazgos científicos o la desclasificación de documentos, han demostrado que la historia real no ha tenido mucho que ver con la que aparece en los libros de texto y en las crónicas. Montesquieu introdujo en la teoría política el contrapeso de los tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Su supuesta independencia entre sí conseguiría, según él, la panacea de una sociedad más justa por más equilibrada.
Casi, como quien dice, anteayer –con el nazi Goebbels– apareció la manipulación informativa a gran escala (radio e inicial TV) que confundió a la mayoría de los alemanes de buena voluntad. Nació así lo que se ha venido llamando «el cuarto poder»
Pero ayer por la tarde con la TV a pleno rendimiento, la informática, Internet y las que llamamos redes sociales, ha resultado que dicho cuarto poder ha pasado por delante de los tres poderes que señalaba Montesquieu, convirtiéndose así los llamados Medios de Comunicación o Mass Media en el «segundo poder» que influye sobre el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Y algunos de Vds., amables lectores, ya se habrán preguntado, pero entonces ¿cuál es el primer poder? Respuesta: primero fue la fuerza bruta y luego desde hace mucho tiempo, el primer poder es, como ya señaló Nietzsche: “La palanca del poder, mucho dinero”.
Ahora que sabemos por Credit Suisse que el 1% de la población mundial tiene el 45% de la riqueza del planeta, podemos entender cómo esa ingente cantidad de dinero les hace poderosos en grado sumo. Tanto es así que los directores de los medios que se autodenominan independientes, cuando les llega una crónica u opinión libérrima, sienten en el fondo de su alma el miedo a perder «sus» pequeños intereses, y piensan para sí: Si publico está opinión o esta campaña, ¿lo mismo tal o cual anunciante retira la publicidad que nos da de comer a los que hacemos la crónica? Mejor lo retiro y seguimos viviendo. Estamos ante la autocensura o censura inducida por el miedo.
Ya lo dijo, en “La caída” Camus, en 1957: “El censor proclama lo que proscribe” Quien censura está proclamando la verdad de lo censurado, es decir, si alguien evitase que este mismo artículo, que sus ojos ahora leen, se publicase, ese simple «hecho» de la censura estaría corroborando la existencia de la censura interesada, la preponderancia del primer poder sobre el segundo y siguientes. Ahora bien no crean que por leerlo la autocensura no existe ¡nada de eso! La duda es la gran maestra del verdadero razonamiento.
Conclusiones: 1ª) Apenas hay libertad de prensa pues mientras los medios de comunicación dependan de sus anunciantes no serán verdaderamente independientes. 2ª) Deducida de la anterior: Todos somos esclavos aunque los poderosos, amablemente, nos llamen hombres libres. Vivimos en una Bulo-cracia. Y 3º) El día en que los medios de comunicación se nutran, como Wikipedia, de la ciudadanía en general y se limiten a vehicular la opinión en vez de acallarla, conducirla o manipularla, habremos ganado «todos» mucho en libertad de expresión. Pero hoy por hoy, todavía, son, un tanto, la voz de su amo.