MANUEL FERNÁNDEZ VALDIVIA. La vida es una noria
Desde Lagasca
Volviendo al papel, tras semanas y meses de silencio casi obligado, damos nuevamente vida a estas líneas, pensando, como no podía ser de otra forma, en las personas que hemos perdido durante esta gravísima crisis sanitaria. También en los que, por nosotros, han dado la cara y, en ocasiones, hasta su propia vida, protegiéndonos en las calles y centros sanitarios que, castigados, tenemos por toda España. Durante la fase más terrible de la pandemia, en nuestro personal o familiar confinamiento, muchos han hecho promesas de cambio, incluidos los políticos pero, sintiéndolo mucho, una vez las puertas y las fronteras se nos han abierto de par en par, podemos ir a El Corte Inglés y viajar a las segundas residencias, de lo perjurado, ni por asomo queremos oír hablar. De esta grave situación, salimos tal y como entramos… o peor.
Ni somos mejores, ni hemos dejado de mirar exclusivamente por nosotros mismos, a excepción de esos cuatro “locos” de siempre. No, no se trata de pesimismo, solo hay que ser realista y leer las noticias que han rodeado la última fase de “desescalada” en nuestra Costa del Sol: nuevos ajustes de cuentas, accidentes de tráfico, peleas tumultuarias y la perpetua dejadez de nuestro Ayuntamiento. ¿O es que nadie se ha dado cuenta que, después de permanecer tres meses encerrados, las calles están más sucias que antes? Que ya es decir. Sintiendo mucho contradecir a Marisol, la vida no es una tómbola sino una noria en la que periódicamente se repiten hechos y conductas. Como se suele decir, dado que no aprendemos de la historia, estamos condenados a repetirla.
Parece que poco o nada ha aprendido la Administración Pública de anteriores crisis cuando, durante la presente, no se ha intentado reiniciar las obras del Centro de Salud de San Pedro Alcántara y el Hospital Costa del Sol, o abrir el que existe finalizado en Estepona. Tampoco se ha ejecutado alguna de las propuestas realizadas por la Asociación de la Pequeña y Mediana Empresa de San Pedro Alcántara, poniendo a disposición de autónomos, comerciantes y pequeñas empresas, ayudas directas para su mantenimiento. Ni hablar de reducir impuestos y, por supuesto, olvídense de que nuestros ediles reduzcan sus abultados emolumentos un solo céntimo.
Y, finalmente, qué decir de los más necesitados. 110.000 euros para mantener unas semanas a un número aún indeterminado de personas sin techo en dos pabellones deportivos, a los que hace pocos se les ha devuelto a las calles. Ni un solo gesto por parte del Equipo de Gobierno para aligerar la carga impositiva de parados, damnificados por ERTEs y tantas personas que estaban o engrosan las listas de los socialmente excluidos que, si alguien no lo remedia, tendrán que volver a pagar la totalidad de los ya de por sí injustos impuestos municipales que soportamos en este bendito municipio.
Hagan ustedes cuentas y piensen sinceramente si se trata de pesimismo o puro realismo.