JESÚS MACKINTOSH. Naturaleza
El sueño del Marqués del Duero
La forma de vida que representa el Coronavirus mantiene en jaque todo el dogma del antropocentrismo, por el cual el ser humano se sitúa en el centro de todas las cosas. Todo se tambalea ante la acción de un enemigo invisible que coloca en ese centro a la Naturaleza: Naturocentrismo, puesto que ella es la creadora de ambos contendientes. Esta reflexión que hace que mostremos nuestra gran vulnerabilidad, nos puede ayudar a entender por qué sucede todo. Pero para ello hay que hacer un ejercicio mental que roza la abstracción, no es fácil pensar de manera inversa de lo que veníamos haciéndolo.
Se cree que la edad de nuestro planeta es de 4.500 millones de años, y que la vida surgió 700 millones de años más tarde, es decir hace 3.800 millones de años. La humanidad tiene una antigüedad de tan solo 200 mil años, si en una escala comparativa fuera un día el tiempo que lleva la vida instalada en la Tierra, el hombre apenas llevaría 5 segundos. En cambio la Naturaleza está desde el principio, estableciendo las pautas o leyes que rigen su gobierno, recogidas en los tratados de Ecología, siendo su máxima que la vida siempre se abre camino.
La Naturaleza permanece imperturbable a todos los acontecimientos que ocurran, sabe que su obra supera todas las adversidades, que las formas o manifestaciones que va tomando la vida son efímeras y se van sustituyendo unas a otras. Pero su historia, nos revela algunas claves para entender qué especies duran más: Por poner un ejemplo, nos vamos a fijar en una de las forma de vida más sencillas, las medusas. Su historia nos dice que estuvieron antes, durante y después de los «grandes» dinosaurios, y que estos sucumbieron víctimas de su tamaño.
Nuestra sabiduría nos debería de hacer comprender nuestra insignificancia para la Naturaleza, está en juego nuestro éxito o fracaso evolutivo. La esperanza de la humanidad radica en aceptar y aprender de los errores cometidos, y ahora es uno de los mejores momentos para llevarlo a cabo.