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La planta desaladora, seguro de vida de la Costa del Sol frente a las futuras sequías

Esta infraestructura de Acosol es una garantía de que el agua no faltará en nuestras casas

La proyectó Gil, la está pagando la Mancomunidad y Acosol gracias a la intervención de Aquamed. Y el agua que potabiliza la planta desaladora la bebemos todos los días cuando llenamos un vaso del grifo.

Interior planta desaladora
Desde que se capta el agua de mar hasta que se manda a la ETAP pueden pasar escasos 40 minutos. SPI

La planta desaladora de la Costa del Sol es un seguro de vida para quienes viven en el litoral malagueño. Esta infraestructura es estratégica, es una garantía de que, cuando venga la próxima sequía extrema (y puede que ya estemos en camino de ella) tendremos el agua necesaria para beber. De hecho, la desaladora se construyó para paliar el largo periodo sin lluvias que sufrió Málaga en la primera mitad de los años 90.

Por eso, el entonces alcalde de Marbella, y presidente de la Mancomunidad de la Costa del Sol Occidental, Jesús Gil impulsó la construcción de esta infraestructura con el visto bueno del entonces ministro José Borrell. La sequía en los años 90 fue terrible, con los ríos secos y los pozos salinizándose, y por eso se impulsó la construcción de los embalses de Guadalmansa, Guadalmina y Guadaiza. Incluso se hicieron catas en el nacimiento del río Verde. Y se construyó, con un decreto especial del ministerio, la planta desaladora.

Coste

Muchos dicen que fue lo mejor que hizo Jesús Gil en sus años de gobierno. Lo cierto es que la iniciativa fue suya, pero el coste de las obras, unos 40 millones de euros,  todavía lo está pagando Acosol y la Mancomunidad ya que la empresa pública Aquamed tuvo que poner el dinero y hacer un convenio a 25 años que el ente supramunicipal paga con un canon anual.

La sequía de los 90 pasó. Pero esos periodos extremos sin lluvia son cíclicos y hay que estar preparados. Y desde luego que con la desaladora la Costa del Sol cuenta con una baza muy importante ante la carencia de agua. La planta se construyó con dos objetivos: incrementar los recursos hídricos, reforzando los ya existentes (pantano de Río Verde, trasvases desde la cuenca del campo de Gibraltar y pozos). Y por otro lado es un seguro, que garantiza el abastecimiento en los periodos de sequía. La Costa consume 60 hectómetros al año y la desaladora puede asumir un tercio de ese consumo. De hecho, ya en primavera estuvieron aportando al depósito de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP)  de Río Verde para que de cara al verano no se tuviera que coger agua del pantano.

Datos

La planta desaladora del Costa del Sol entró en funcionamiento en 2004 de la mano del director Miguel Esteban, que ha estado a cargo de ella los últimos trece años. Junto a él trabajan 27 personas más que están en turnos las 24 horas del día. Se hace una parada técnica un mes al año, normalmente en invierno, cuando menos demanda hay para tareas de mantenimiento y reparación.

Tiene capacidad para desalinizar 56 millones de litros de agua al día en sus ocho líneas de producción (20 hectómetros al año, el equivalente a un tercio de la capacidad de la presa de río Verde). Y aunque el coste energético de desalar agua es alto, y por eso la propia planta cuenta con su propia subestación eléctrica, el precio de volver potable 1.000 litros traídos del mar es de 0.90 euros.

Es una planta de osmosis inversa, como la mayoría de las que hay en el mundo. Esta a 2,5 kilómetros de la desembocadura del río Verde, donde se encuentra un edificio de captación y donde empieza la primera etapa de la desalinización.

Funcionamiento

El líquido se capta a 500 metros de la línea de playa y a diez metros de profundidad, a través de una torreta circular enterrada en el fondo marino.

Del mar el agua se almacena en una cántara de aspiración y cuatro bombas de gran capacidad la impulsan para que suba los 2,5 kilómetros y 40 metros de desnivel que hay hasta la planta desaladora. La segunda etapa es el tratamiento físico y químico para limpiar el agua salada mediante 24 filtros de arena de sílice y volcánica y luego se pasa a través de 16 membranas de cartucho con un tamaño de 40 micras.

Ahora empieza la tercera etapa, la de desalación propiamente dicha. El agua filtrada se somete a una presión de 70 bares (es como aplicar 70 kilos de peso por centímetro cuadrado) y ese impacto es el que convierte el agua salada en dulce. Una vez desalada, el agua ya potable se remineraliza con cal, se clora y ya está apta para el consumo humano. Se manda a los depósitos de la ETAP de Río Verde, donde se mezcla con el agua tratada del pantano y es enviada a los depósitos municipales. Y nos la bebemos todos los días cuando abrimos el grifo en nuestras casas.