RAMÓN DORIA BAJO. ¿La ley del más fuerte o la fuerza de la ley?
El Comentario

Hace casi 275 años, dos siglos y ¾ de otro, el uno de julio de 1751 se publicó el primer tomo de “La Enciclopedia”. Obra colectiva de multitud de expertos en diferentes materias, coordinada por Denis Diderot y Jean Le Rond D´Alambert. Obra que pretendía condensar todo el saber existente en todo tipo de ciencias basándose en la primacía del ejercicio del razonamiento sobre cualquier otra creencia previa. El británico Isaac Newton, años antes había conseguido predecir las variaciones en los movimientos de los astros y descubrir la ley de la gravedad, revolucionando con ello multitud de creencias acerca del funcionamiento del Universo. De ahí ese hincapié de La Enciclopedia en la razón como instrumento primordial del conocimiento.
Las discusiones razonadas entre personajes de la talla de Voltaire, Rousseau y otros, siempre basadas en el diálogo y la tolerancia hacia visiones diferentes, fueron claves de una nueva forma de entender las ciencias y las creencias existentes hasta entonces. Tanto fue así que esa obra enciclopédica influyó determinantemente en las gentes de su época, desembocando en La Revolución Francesa de 1789, que puso el mundo patas arriba, anulando los privilegios de la poderosísima nobleza y otorgando derechos al pueblo llano. Y su influencia llegó hasta la Revolución Industrial acaecida en el siglo XIX, que permitió ampliar el bienestar a más gente.
Hoy asistimos perplejos a una nueva revolución propiciada por el temor a perder una forma de mandar basada en la fuerza y no en la razón. Los imperios se han ido sucediendo a lo largo de la Historia: España mandó tras descubrir las riquezas americanas, luego lo hicieron los Británicos con su Revolución Industrial, USA heredó el imperio tecnológico gracias a la Segunda Guerra Mundial y ahora Trump y sus mentores, los cuatro megaricos del mundo, quieren a toda costa seguir mandando sí o sí, pero otros poderes emergen desde el resto del mundo intentando razonar qué es lo que a «todos» conviene y no sólo a los EEUU.
Veamos ahora lo que el genial D´Alambert nos decía en su polémico Discurso preliminar de La Enciclopedia. Y digo lo de polémico porque como había plasmado Voltaire: «Nuestra miserable especie está hecha de tal modo que los que andan por un camino ya andado arrojan siempre piedras a los que enseñan un camino nuevo.” Los sectores más conservadores, incluidos jesuitas y jansenistas, arrojaron piedras contra el joven D´Alambert, tildándolo de irreligioso y pretendiendo desacreditar la obra enciclopédica, mediante bulos montados a base de recortar afirmaciones etc., con el único fin de ahogar la obra antes de que naciera, pues la intuían peligrosa. Los poderosos no quieren perder el poder y se revuelven contra las nuevas ideas de democrática participación de todos los humanos. EEUU teme al resto del mundo, y especialmente a China.
D´Alambert, refiriéndose al agrado y la ventaja que encontramos los humanos en comunicar nuestras ideas a los otros hombres o en juntar las suyas a las nuestras, haciendo que esta comunicación, nos sea provechosa por la generación de nuevas ideas, dice: «lo cual debe inducirnos a estrechar cada vez más los lazos de la sociedad comenzada y a hacerla lo más útil para nosotros que sea posible.» «Pero como cada miembro de la sociedad procura así aumentar “para sí mismo” la utilidad que saca de ese comercio y tiene que combatir con cada uno de los otros miembros parejo afán, no todos pueden tener la misma parte en las ventajas, aunque todos tengan el mismo derecho a ellas» He subrayado lo último por ser de suma importancia para lo que viene a continuación, que dice así: «De suerte que un derecho tan legítimo es enseguida infringido por ese bárbaro derecho de desigualdad llamado ley del más fuerte, cuyo uso parece confundirnos con los animales, y del que sin embargo es tan difícil no abusar.» Dos pautas importantes se pueden apreciar aquí: que la ley de la fuerza es bárbara y animalesca, y difícil de prescindir de su uso y abuso. Pero sigamos con su razonamiento: «Así la fuerza que la Naturaleza da a ciertos hombres, y que sin duda no debieran emplear sino en el apoyo y protección a los débiles, es por el contrario el origen de la opresión de éstos.»
Los humanos no aprendemos de nuestros sabios y seguimos, erre que erre, errando en nuestros comportamientos. Lejos de utilizar la fuerza en defensa de los que han tenido la mala suerte de nacer débiles y desprotegidos, nos comportamos como animales depredando en nuestro derredor, haciendo guerras arancelarias o clásicas pero, en todo caso, inaceptables en una sociedad donde prime la razón sobre la fuerza. ¿Queremos entender o no queremos? Europa, cuna de la razón, está perdiendo su oportunidad de liderazgo.
Ramón Doria Bajo, mayo 2025
