La plaga civilizatoria: El mundo al revés
No hace todavía tanto, cuando la Especie Humana no era tan numerosa porque el hambre o las guerras la diezmaban de continuo, el animal hombre estaba diseminado y no tan concentrado en ciudades colmena, era casi un animal más de la naturaleza. El falo masculino y la feminidad rolliza y fértil de las hembras se consideraban Dioses por su capacidad procreadora. El mayor número de miembros era sinónimo de más posibilidades de sobrevivencia. Pero poco a poco el número de hormigueros humanos fue poblando el Planeta. La inteligencia colectiva fue creando sistemas para sobrevivir mejor. Al igual que las abejas inventaron el panal como estructura hexagonal que mejorase el almacenamiento de sus reservas, los humanos inventaron el pastoreo y la agricultura, con lo que evitaron en parte las depredaciones de bóvidos y aumentaron su número con los pastos y la protectora domesticación. Ya las piaras o los rebaños perseguidos por sus depredadores naturales no se despeñaban tanto y las cabañas ganaderas aumentaban sin cesar. Pero todavía quedaban muchos siglos para que llegásemos a este mundo ultra productivo y antinatural.
Ahora las gallinas ponedoras son metralletas de huevos; ovinos y vacunos tiempo ha que han sido estabulados, hasta las montaraces cabras yacen en un corral; cabritos y terneros son destetados antes de tiempo y a sus afligidas madres se las dedica a producir leche y quesos para llenar las tiendas; hace no tanto, nuestros padres y abuelos, sabían coger un enjambre y crear una colmena, cazar conejos con una azada tapando todas las salidas de la madriguera menos una, para esperarlos allí: azada en mano, y la matanza del puerco era una necesidad y una fiesta anual. Y sin embargo hoy los gorrines nacen, viven y mueren en la semioscuridad, hacinados entre sus propias heces; las argolladas vacas de las macro-granjas sufren lo indecible recordando los perdidos tiempos en que ellas pastaban en los campos con sus madres; las cetáreas cultivan peces aislados de sus depredadores pero sometidos a una quietud mareante y, como todos los animales estabulados, a un apastillamiento continuo para evitar así las enfermedades que una vida tan quieta y antinatural producen. De ese sufrimiento del hacinamiento y de esa alimentación antinatural proviene la insulsez de carnes y pescados, qué, además, están plagados de antibióticos. Los animales ya no gozan de su libertad ni de sus apareamientos incesantes, igual que los humanos perdimos nuestra poligamia natural por habérsenos inducido una cultura monogámica que es más productiva. La denostación de la poligamia árabe por parte de la cultura judeocristiana obedece no a una naturalidad sino a un deseo de incrementar aún más la productividad.
Los humanos, con esa laboriosidad incesante hemos conseguido todo eso, y a cambio tenemos muchas más cosas pero… a nuestra vida le falta algo. Nos pasa lo mismo que a quienes hemos domesticado: también nosotros estamos siendo estabulados. Primero nos han atraído con «el pienso de una vida sin pensar», una vida más fácil y cómoda que la de nuestros currantes padres y abuelos; después, además de atarnos a la «cadena de producción», como a muchos de ellos, nos han atado a la cadena de consumo, ofreciéndonos la amable manzana envenenada de la hipoteca fácil, y con ella en el bolsillo nos dedicamos a fantasear creyéndonos ricos para poder seguir llevando esa vida loca e insulsa cual avatares de feria, cual personajes de cine, cuando en realidad no somos otra cosa que marionetas en manos de unos enormes depredadores llamados megamillonarios que nos explotan y narcotizan con maquinitas de juego y banales consumos para que no huyamos del corral y sigamos produciendo «para ellos».
La Humanidad ahora vive en enormes colmenas/granjas/hormigueros/cetáreas donde nos alimentan y ordeñan; cuidan de nuestra salud para que podamos seguir siendo productivos, y cuando por ley natural nos hacemos viejos para producir decentemente, nos disminuyen los cuidados sanitarios, para que dejemos de cobrar esas pensiones tan caras a los erarios públicos. ¡Eso sí, a fin de que se note poco, los sustituyen por ansiolíticos adormecedores y todos tan contentos! Los alimentos edulcorados les encantan a las células cancerígenas, tanto que tras extirpar un tumor, ponen azúcar para comprobar si acuden allí todavía células malignas, pero dicha insana alimentación apenas se prohíbe.
Mientras, por otro lado, preparan nuestra sustitución acelerando la Inteligencia Artificial (Cada vez las órdenes nos llegan más a través de voces enlatadas o de iconos sonrientes o malignos); ya el personal no sabe a qué atenerse, los bulos se propagan como la pólvora encendida porque cada teléfono móvil es parte de esa mecha de la información polvorienta ¿de quién fiarse, si ya no hay en quién confiar? Lo mismo que se perdieron las esquilas y los cencerros para ovejas y vacas, hemos perdido los humanos esos sonidos amigos que nos indicaban el camino más seguro. Estamos sin saber hacia dónde ir, porque hemos olvidado el hablar con conocidos y amigos sólo escuchamos a los gurús que nos espían desde el terminal que nos han atado a la muñeca, cual si fuera la «pulserita del todo incluido». Perdemos el habla como otras especies perdieron el mugido o el relincho. Estamos como los loros, alimentados a base de pipas y chocolate, repitiendo las consignas que los Medios nos corean incansablemente: ¡NO HAY OTRO MUNDO POSIBLE! ¡EL CAPITALISMO ES LO MENOS MALO! y qué, a su vez, remachamos sin cesar. Estamos en el Ocaso de los Liderazgos, como estuvieron los rebaños y manadas que campaban libres por la Europa de las glaciaciones. Aquellos bisontes europeos migraban cuando sus líderes lo intuían, como todavía hoy lo hacen las aves. Las primeras aves en ser estabuladas fueron las gallináceas que tanto la antigua cultura milenaria china como la romana consideraban «aves sagradas» al servicio de los Templos. La semántica siempre al servicio de la manipulación: ahí «sagrado» equivalía a «explotado». Lo mismo que «animal» se equipara a «irracional» o «insensible» para facilitar así su explotación. No hacen así otras culturas y por ello el Imperio Inglés tuvo que detener en multitud de ocasiones el tendido de los raíles del moderno ferrocarril a lo largo de la colonizada India ya que los trabajadores se negaban a destruir los hormigueros que jalonaban el trayecto ferroviario.
Pronto a la especie humana le pasará como a las manadas de elefantes o de esos insectos que llamamos langosta: estamos creciendo tanto que cuando depredemos todo nuestro hábitat pereceremos de hambre e inanición. Nos habremos comido todo el bosque que nos rodeaba o toda la mies a nuestro alcance y nuestra civilización pasará a engrosar el anaquel de las civilizaciones arcaicas, esas que todavía desconocemos el porqué de su evaporación. O quizás nuestra desaparición se deba a una Nueva Guerra Mundial a base de petardos nucleares y los pocos sobrevivientes vuelvan a tener qué, durante diez o veinte milenios, reinventar técnicas para seguir viviendo. De momento, importantes logros como la traída de agua corriente a miles de pueblos de toda Europa, están quedando, medio siglo después, en agua de borrajas pues… antes el agua se acarreaba en barreños desde el rio o la fuente pública y ahora la creciente contaminación hace que se tenga que traer a casa en pagadas garrafas desde el supermercado.
¿Avanzamos hacia la civilización o retrocedemos en derechos y libertades? ¿Acaso la civilización no supone la primacía de lo civil, la razón y el Derecho, sobre lo militar, la fuerza y la guerra de conquista? ¿Cómo un mundo civilizado puede permitir -sin inmutarse- las genocidas barbaries cometidas en Gaza? ¿Cuántos hijos de los poderosos mueren en las guerras promocionadas por sus padres? ¿De qué nos sirve la ONU con los vetos heredados de la última Guerra Mundial? Ya lo dijo, en el año 2023 el judío estadounidense Noam Chomsky: “La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros” Si no les asusta saber más y se atreven a ello, lean las rotundas afirmaciones de ese sabio contemporáneoen: https://es.euronews.com/2015/04/17/noam-chomsky-la-peor-campana-terrorista-en-el-mundo-es-la-que-esta-siendo#vuukle-comments-304347
El Mundo está al revés: lo gobiernan locos en vez de cuerdos; los inquilinos confunden a los arrendadores con criados; los licenciados de hoy saben menos que los bachilleres de antes, y hay guerras para robar, cuando habiendo de sobra para todos, debiera reinar la paz. En fin… peor sería que el Sol en unos días no empezase a crecer:
¡¡FELIZ SOLSTICIO!!