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Aumentan las consultas de adolescentes con problemas psicológicos relacionados los dispositivos móviles

Según los datos del Ministerio de Sanidad, el 80% de los jóvenes (entre los 12 y 18 años) hace uso del móvil de una forma intensiva y un 18% de los adolescentes lo usa de forma compulsiva. Las estadísticas señalan que este último segmento está protagonizando un crecimiento exponencial en los últimos años y, precisamente, se trata del grupo al que hay que prestar especial atención debido al alto riesgo de convertirse en adictos. Un grave problema de salud mental que los predispone a desarrollar patologías conductuales y diferentes trastornos, como hiperactividad, ansiedad, inseguridad e incluso depresión.

En este sentido, los especialistas advierten de un aumento de consultas de pacientes de 12 años con problemas psicológicos que tienen su origen en el uso extremo de los dispositivos móviles. La señal de alarma suele detectarse años después del uso del teléfono. Es decir, que el trastorno comienza a edades muy tempranas debido a una “sobreestimulación” constante provocada por las pantallas. “Los móviles producen un efecto relajante. Provocan que el cuerpo genere dopamina, que es el neurotransmisor encargado de nuestra felicidad. Es el responsable de nuestra sensación de satisfacción, bienestar y plenitud” , explica Antonio de Dios, jefe del servicio de psicología del Hospital Quirónsalud Marbella.

Se trata de una generación nacida en entorno digital que considera el móvil una herramienta imprescindible para comunicarse con el mundo y, en opinión del experto, este factor es clave debido a que “su cerebro se encuentra en fase de desarrollo y son personas especialmente vulnerables que sienten la necesidad de sentirse aceptados en un grupo buscando el me gusta en redes sociales”.

El problema surge cuando se hace un uso extremo del móvil que podría reflejarse en el estado de alerta constante a las notificaciones entrantes, la supervisión de cada mensaje recibido, o la necesidad imperiosa de mantenerse activo en el dispositivo. Una actitud patológica para la que se ha acuñado el término de nomofobia («no-mobile-phone-phobia»). La nomofobia es el miedo irracional a estar sin teléfono móvil. Es una dependencia basada en la sensación de incomunicación y un elevado malestar emocional en la persona cuando esta no puede disponer del dispositivo electrónico.

Antonio de Dios asegura que la inseguridad personal es la causa más común que origina la nomofobia. “Siempre tratan de satisfacer al otro, así que necesitan estar permanentemente conectados para estar disponibles ante el grupo y no sentirse solos. No quieren decepcionar a los demás», indica. Esa es la razón por la que, generalmente, la adicción se da a redes sociales o mensajería instantánea, y no tanto a otro tipo de aplicaciones relacionadas con la predicción del tiempo, consejos de salud o información de transporte.

Los especialistas señalan que el ejemplo de los padres en casa es fundamental para establecer un hábito saludable del uso del móvil.  “El papel de la familia como agente preventivo de primer orden es incuestionable. Es importante que los padres estén atentos a los hábitos ante la pantalla de sus hijos y que les enseñen a hacer un uso razonable y responsable del dispositivo. Sobre todo, es fundamental que sean los progenitores el ejemplo a seguir en casa con sus propios actos”, subraya Adelaida Sánchez, jefa de servicio de pediatría del Hospital Quirónsalud Marbella.

Ante cualquier sospecha de una adicción al móvil, es conveniente buscar ayuda psicológica y que un profesional autorizado estudie el caso de manera personalizada.

Señales que alertan de la nomofobia

Algunas de las señales a las que se recomienda estar atento, especialmente en los adolescentes, son:

  • Revisar el móvil de manera compulsiva para comprobar las notificaciones.
  • Mostrar enfado excesivo si se queda sin wifi, o si se le limita el uso del teléfono.
  • Dormir con el dispositivo muy cerca, incluso dentro de la cama o debajo de la almohada.
  • Malestar por no poder consultarlo de forma constante.
  • Ponerse nervioso cuando alguien no contesta a un mensaje.
  • Llevar encima cargadores portátiles cuando salen a la calle por miedo a quedarse sin batería.
  • Presentar insomnio, pues el efecto activador de la pantalla antes de dormir y la ansiedad constante de revisar el teléfono no deja a la persona descansar bien.
  • Bajo rendimiento escolar.
  • No poder disfrutar del tiempo de ocio sin tener el móvil en la mano.
  • Problemas de socialización.