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Oportunidades

Me llegó esta oportunidad como caída del cielo. Últimamente me caen muchas. Llueve sobre mí demasiado a menudo. Aunque esta lluvia no te moja literalmente, sí que lo hace de forma metafórica, pues toca mojarse, y mucho. Diré a mi favor que siempre me mojo en temas que me apasionan y, por ello, he de agradecer que me lluevan estas oportunidades tan molonas. Ya en San Pedro, mi pueblo de adopción, he tenido la suerte de colaborar en la televisión local, y el verano pasado me otorgaron el honor de ser la pregonera de la Feria del Libro. Ahora comienzo una nueva andadura muy ilusionada, pues seguiré aportando mi granito de arena con lo que mejor se me da, analizar la realidad con una perspectiva de género, o lo que es lo mismo, visibilizar temas sociales de interés para nuestro pueblo y sociedad en general desde una visión feminista. Llegados a este punto, entendiendo el feminismo como lo que es, igualdad entre hombres y mujeres, dedicaré este espacio a visibilizar la realidad de las mujeres (de San Pedro y del mundo) por el más que justificado hecho de que a lo largo de la historia ha sido la mitad de la humanidad más invisible. Pero, como la igualdad no se consigue sin ambas mitades en armonía, analizaremos las vías más fructíferas para convertir nuestra localidad en pionera de ese bonito nombre. Con ellos también formando parte de un avance tan necesario.

Porque, lamentablemente, aún hoy en día, hay mucho que avanzar en temas de igualdad, aunque a veces no seamos del todo conscientes por vivir en una continua lucha diaria por sacar adelante nuestras vidas de forma individual. La problemática social se nos hace bola con todo lo que ya supone nuestro día a día. Pero, nunca está de más tomar conciencia para llegar a ser más empáticos con quienes cargan con una lucha más encarnecida y con menos oportunidades. Y es que algo que nos ha enseñado la pandemia es que nadie está libre de sufrir las consecuencias de un paro a tal nivel, pero que, en el caso de las mujeres, el castigo se ha visto multiplicado. Muchas de ellas ­–entre las que me incluyo–, se han visto obligadas a coger reducciones, excedencias o, incluso, renunciar a sus puestos de trabajo para encargarse del cuidado de menores o personas mayores a su cargo. El peso de esta responsabilidad sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres. A esto sumamos el trabajo doméstico no remunerado (ni considerado socialmente un trabajo cuando se trata de la casa de una misma), que sigue siendo una realidad en femenino: “Al combinar el trabajo remunerado y el no remunerado, las mujeres de los países en desarrollo trabajan más que los hombres, destinando menos tiempo a la educación, el ocio, la participación política y el cuidado propio” (ONU Mujeres). La mayoría de las mujeres que trabajan fuera de sus casas, tanto las asalariadas como las que han creado sus propias empresas, continúan encargándose, mayoritariamente, del trabajo doméstico y del cuidado de la familia. Además, aquellas que delegan esas tareas en otras personas, lo hacen sobre otras mujeres más pobres o de más edad. Mujeres, estas últimas, en un porcentaje muy alto, empleadas domésticas sin asegurar que, además, perdieron su única vía de ingresos durante la pandemia. A nivel mundial, se habla de feminización de la pobreza, es decir, que la pobreza tiene nombre de mujer. Y los datos lo corroboran: en el mundo, hay 122 mujeres muy pobres con edades entre 25 y 34 años por cada 100 hombres con la misma edad.

En nuestro pueblo, la realidad no iba a ser distinta. Pero, seguro que se nos ocurren formas para contribuir a erradicar esta terrible lacra, algunas tan cotidianas como responsabilizarse de las tareas del hogar como miembros activos de cada núcleo familiar en igualdad de condiciones; otras, a nivel laboral, como crear puestos de trabajos remunerados dignamente para mujeres que les permitan tener las mismas oportunidades que sus compañeros hombres (lo que puede empezar haciéndose cumpliendo las cuotas de género en las empresas de nuestra localidad). Y qué mejor que hoy, 17 de octubre, Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, para aprovechar la oportunidad de pararnos a pensar cómo podemos contribuir a mejorar nuestro entorno. Del mismo modo, desde mi posición, tampoco voy a desaprovechar la oportunidad de llevar a mi pueblo de adopción un pedacito de mi labor de concienciación. Porque sí, las oportunidades llueven cuando hay un huerto que regar, cuando se prevé una buena cosecha. Así que hagamos que llueva abundantemente y que la recolecta sea todo lo buena que nuestra localidad se merece.

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